Agoté hasta el último minuto antes
de subirme al autobús, compré agua y algo de comer, visité las letrinas (existen
ciertos lugares que no se les está permitido que se llamen aseo), y asumí
mentalmente como afrontar las 24 horas de bus que me habían indicado que duraba
el trayecto entre Luang Prabang en Laos y Hanoi en Vietnam. Estaba todo
dispuesto para vivir toda una experiencia en la larga distancia en bus y yo me
las prometías muy felices, nunca había viajado en un bus cama y pensaba que
podría ser una grata experiencia.
Interior del bus, parte alta (los asientos) |
Los autóctonos van subiendo al
bus ataviados con cajas, maletas, mochilas y todo tipo de artilugios. El autocar estaba provisto de unos
sillones cama y también con unas colchonetas dispuestas debajo de los sillones
y en el pasillo. El rojo es el color predominante y el escay, ese mal imitador
del cuero, el material elegido para absolutamente toda la tapicería del
interior, remata este vodevil unos cuantos hierros mal colocados a propósito
para incrementar la incomodidad de un diseño realizado a todas luces de manera
casera.
Subo al bus y me siento en el
lugar que me indican. Los turistas suelen ir en los sillones, más caros y con
ventana los demás en las colchonetas, más económicas y sin ventanilla. No
pasaron ni dos horas cuando mi espalda primero y mis piernas después empezaron
a darse cuenta del mal diseño de aquellos cubículos.
bus parte de debajo de los sillones y pasillo. |
Se hacía difícil cambiar
de postura y mucho más levantarse del sillón porque había que bajar hasta el
suelo lleno de gente. Cuando el sillón de delante lo abatían hacia ti tenías
forzosamente que flexionar las piernas las cuales tropezaban contra unos
hierros dispuestos a la altura de las espinillas.
La noche se hizo algo larga pero
de algún modo pasable. Lo peor aguardaba durante el día. Traté de leer algo
pero el respaldo del asiento no llegaba hasta posicionarse en una postura que
te permitiera ir erguido, así que tenía que levantar la espalda y el cuello
manteniendo con la tensión suficiente para no irme hacia atrás.
Las 24 horas que indicaron que
duraba el trayecto se convirtieron en 27 horas finalmente. Sentí un gran alivio
cuando llegué a Vietnam. Por fin se había acabado la infame tortura.
Vietnam, foto nocturna. |
Cuando llegué a Hanoi hacía unas
cuantas horas que había anochecido, llovía y no tenía alojamiento, así que
debía localizar algún lugar donde cobijarme si no quería pasar la noche al
raso. El tiempo corría en mi contra. Me dirijo hacia el centro de la ciudad y pronto
consigo encontrar un albergue donde dejar los trastos, abro la mochila agarro
un destartalado paraguas con goteras que me regalaron en Eslovenia. Salgo y
busco un lugar donde saciar mi voraz apetito, llevaba todo el día sin apenas
probar bocado. Veo un puesto callejero cerca del albergue pero lo descarto
rápidamente. Los locales nocturnos comienzan a cerrar y las calles a vaciarse
de gente, no me lo puedo creer, todo parece cerrado. Trato de volver al puesto
callejero que había visto al lado del albergue. Voy en chanclas y los pies los tengo
mojados, el pequeño paraguas no aguanta tanto tiempo la lluvia y su
impermeabilidad comienza a resentirse. No encuentro el albergue y tampoco el
puesto callejero, estoy solo en una ciudad desconocida, perdido entre sus
laberínticas calles, mojado, cansado después de tan largo viaje y tengo hambre.
Momentos como estos me están poniendo a prueba y de alguna manera pueden forjar
parte de mi esencia. Me pregunto que carajo estoy haciendo allí tan lejos de mi
hogar, aunque al mismo tiempo soy consciente de que esto es pasajero y el
destino me brinda una oportunidad única para aprender que las solitarias noches
oscuras y lluviosas donde la luna esta oculta, están ahí precisamente para que
brillen más intensamente las estrellas en las noches despejadas.
Calle de Hanoi Vietnam un día de lluvia. |
Y aunque todo eso está muy bien
yo necesito comer, y termino por encontrar el mugriento puesto callejero que de
repente y debido a la extrema situación, comienza a transformarse en el lugar
más apetitoso del mundo y cada cucharada de aquella rancia sopa de pollo va
calentando mi entumecido cuerpo y mi alicaído espíritu.
El albergue está justo al lado
así que en breve me encuentro debajo de las sábanas de un estrecho pero
confortable jergón. Al día siguiente sigue lloviendo pero por dentro todo está
en orden y dispuesto para seguir aprendiendo.
Preciosas ambas ciudades, Luang Prabang y también Hanoi.
ResponderEliminarUn saludo
Vietnamitas en Madrid
Juanfra, me encanta el viaje que estás haciendo, es alucinante, de verdad. Menuda experiencia inolvidable. Todos los lugares son preciosos y además lo cuentas muy bien. Muchos besos desde Murcia.
ResponderEliminarGracias a Vietnamitas en Madrid y tambien a Maria por vuestros comentarios. Me alegra que os guste.
ResponderEliminarMe cago en toooo,media hora escribiéndote y se borra lo escrito,pues mañana mas,porque ahora estoy cabreao.copon ya.
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