jueves, 19 de diciembre de 2013

Paseando por Argentina - Del polo al trópico

Puerto en los Andes - Chile dirección frontera Argentina

     Después de mi visita a Chile me subí a un bus que me llevaría desde Santiago de Chile hasta Mendoza en Argentina, pero antes debía de atravesar la cordillera andina por el paso fronterizo del puerto del Cristo Redentor, con pendientes que superan el 8% y un número interminable de curvas.

     El autobús circula lento y puedo observar detenidamente las escarpadas montañas andinas cuyas cumbres aún visten parte de las nieves que dejó el frío invierno. Desde lo alto la larga y revirada carretera presenta el perfecto dibujo de una infinita serpiente de alquitrán por la que circulan en perfecta hilera decenas de pesados camiones que viajan con las marchas cortas.
Viñedos en Mendoza - Argentina

      Mendoza es una ciudad de  unos 100.000 habitantes, con terrenos cubiertos de viñedos para la elaboración de vinos y aquí se encuentra el mítico Aconcagua una montaña que se eleva hasta los 6.962 metros sobre el nivel del mar y la más alta del continente americano.

     Aquí paso unos días, visitando la ciudad y parte de sus viñedos, pronto sigo camino tomando un bus para ir hasta Bariloche a través de la mágica ruta 40 argentina que se extiende por más de 5000 kilómetros de distancia de norte a sur.

Bariloche es un lugar idílico, con lagos, bosques, montañas y mucha naturaleza. Ahora es primavera y la amarilla retama resalta su color sobre el resto de la verde vegetación. Nada más llegar a la terminal de bus conozco a un matrimonio que me lleva hasta el centro y que me indican donde me puedo dormir y por donde ir a comer un buen filete de carne argentina.
Camino en Bariloche con retama amarilla.

      Paseo por la ciudad, hace fresco y echo de menos el forro polar que olvidé en Nueva Zelanda. Entro en un local y pido un chocolate caliente para llevar. Está atardeciendo y el sol comienza a esconderse detrás de las montañas, camino por la orilla del lago y voy bebiendo el chocolate a pequeños sorbos. Su calor me reconforta y alivia el cansancio del largo viaje en autobús.

     Son unos días deliciosos en esta ciudad gracias a la especial amabilidad de la gente que voy conociendo. Continuo viaje dirigiéndome a El Calafate, aunque antes haría parada en El Bolsón, un pueblecito desde donde se hacen muchas rutas de trekking. En el pueblo tiene cierto aire hippie y también un encantador mercado de artesanía. Observo a un señor que está trabajando con cuero y decido proponerle que intente reparar la correa de mi reloj que se había roto hacía unos días. El artesano mira detenidamente la correa de plástico rota y pronto idea un apaño con una prolongación de piel quedando el reloj listo para volver a mi muñeca.
Gasolinera en la ruta 40 Argentina

Argentina es un país enorme, los puntos que visito pese a parecer cercanos en el mapa suelen llevarme un mínimo de 20 horas de bus por tramo, o de ómnibus como los llaman aquí. Son muy confortables y tienen los sillones amplios con mucho espacio en algunos casos pueden hacerse cama. Van provistos de baño interior y sirven comidas durante el trayecto. Nada que ver con aquellos del sudeste asiático en los que el hacinamiento y el mal diseño hacían el viaje una larga tortura.

El autobús se detiene en un pequeño pueblo para hacer un breve descanso y repostar. Bajo del bus y observo mi entorno, apenas dos calles y muy pocas casas, por unos momentos me trae a la memoria aquellos pueblos que veía en las películas del oeste donde el viento arrastraba unos matojos secos dando vueltas sobre calles desiertas. 
Tramo ruta 40 - Argentina

Parece que la misma persona atiende la gasolinera y el ventorrillo. Llegado el momento subo de nuevo al bus y continuamos camino. Voy pensando en el cantinero un señor de unos cincuenta y tantos, pienso en la vida que debe de llevar en un pueblo casi despoblado y creo que es como el farero que en las tempestuosas noches vigila el mar y que puede que esa triste gasolinera sea aquella necesaria luz a la que te diriges cuando en los momentos difíciles precisas la ayuda de estos lobos solitarios.

El Calafate es uno de esos extraños milagros de la naturaleza que esconde entre las faldas de sus montañas impresionantes glaciares, gigantescas masas de hielo blanco con un transfondo azul marino. Decido hacer un pequeño trekking sobre el glaciar. Me calzo unos aparatosos crampones de metal y comienzo a pisar el duro hielo de la impresionante masa de helada. Mis primeros pasos son algo torpes pero pronto me acostumbro a este nuevo caminar y disfruto de las subidas imposibles por la gran roca blanca. 
Glaciar Perito Moreno - El Calafate - Argentina

Siento que lo que piso es algo vivo, sólo oigo mis pasos y el sonido del viento que a veces es interrumpido por un estruendoso y profundo ruido de los pesados bloques de hielo desgajados al caer sobre el agua y me siento muy pequeño ante la magnificencia que muestra la naturaleza. Más tarde me subo a una montaña desde donde puedo divisar el colosal muro frontal del glaciar, un barco navega el lago al que nutre y la estampa me hace entender una vez más por qué fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Días más tarde decido ir hasta Ushuaia. Para llegar por carretera es necesario pasar un tramo por Chile y la frontera se cerraba por huelga un día sí y otro también, por este motivo decido ir en avión pese a ser un poco más caro y pese a que alguien que conocí en el viaje me la desaconsejó. 
Cartel de Ushuaia - Tierra de Fuego

Llego a Ushuaia, en Tierra de Fuego, y pronto me quedo encantado con el paisaje que contemplo. El mar está presente en todo momento y la pequeña ciudad se inserta entre este y las montañas que la arropan. Paseo en un catamarán por el Canal Beagle y comienzo a ver parte de su fauna marina, lobos de mar, cormoranes, albatros, gaviotas, petreles y hasta pingüinos. El sol está fuera pero por más que se empeña no consigue calentar el helado aire que atraviesa la cubierta del barco. Siento que el aire que allí respiro es oxigeno puro que viene de la cercana Antártida en el polo sur y que mis pulmones lo inhalan con deleite. En ese momento soy consciente de lo mucho que me gusta el lugar y me alegro por haber hecho caso a mi instinto y haberlo podido disfrutar desde el interior.

     Ahora me encamino hacia Península Valdés con la esperanza de avistar ballenas en el mar. Me hospedo en Puerto Madryn y me uno a una excursión que salía en barco al día siguiente.




     El hostal es céntrico y cuando se acerca la noche decido ir a caminar y cenar. Al salir a la puerta alguien me llama, cuando levanto la vista me encuentro con Elena, Jose y su pequeño hijo al que aún no conocía, unos amigos de mi ciudad, una increíble casualidad que convertiría aquella noche en un inesperado regalo caído del cielo. Al día siguiente consigo ver las impresionantes ballenas en su medio, con el geiser de su respiración y con un estupendo día soleado. Estaba de suerte.


     Mi siguiente visita sería a Uruguay. Llego a Buenos Aires con el tiempo justo de sacar un billete en el barco que cruza de lado a lado el Río de la Plata, uno de los más anchos del mundo. Visito Montevideo y una preciosa ciudad llamada Colonia de origen colonial español que se encuentra muy bien cuidada y conservada a orillas del Río de la Plata. Aprovecho para conseguir dólares que posteriormente cambiaria por pesos argentinos en el mercado negro, mucho más favorable que el cambio oficial.

     Posteriormente me dirijo de nuevo a Buenos Aires, pero esta vez para hacer en bus el trayecto hasta Iguazú, donde se encuentran las famosas cataratas. El trayecto lo realizo en unas 18 horas de bus. Pero bien merecen la pena.
Una de las cataratas en Iguazú - Argentina

     El primer día cruzo la frontera que separa Argentina de Brasil y ya en el lado brasileño visito las cataratas desde allí, al día siguiente, y esta vez desde el lado Argentino, vuelvo a visitarlas desde una nueva perspectiva.

     Camino por el sendero habilitado entre la tupida vegetación selvática, unos coatíes cruzan muy tranquilos mientras yo los observo con curiosidad, sigo caminando y me dirijo hacia el fuerte estruendo que vengo oyendo desde lejos, conforme me acerco comienzo a ver en la lejanía el grandioso paisaje. Sigo caminando para aproximarme hasta la orilla misma de las cataratas, el espectáculo es fascinante, toneladas de agua precipitándose al vacío y recorriendo un largo camino antes de estrellarse contra las rocas.

Vista de parte de las cataratas de Iguazú - Argentina

Me quedo un buen rato mirando a todos lados sin salir de mi asombro. El viento impregna el ambiente de micro partículas de agua que alivian el calor tropical del ambiente y refrescan el recuerdo que guardo cuando de niño leía la revista “Geo” y observaba admirado las cataratas de Iguazú y cómo deseé verlas en directo. Ahora, casi treinta años después, me encuentro en este rincón del mundo que me ha esperado pacientemente durante tanto tiempo, me siento emocionado.

Después de este viaje volví de nuevo a Buenos Aires, allí aproveché para reencontrarme con Rubén un viajero que conocí en Nepal y también con algunas personas de las que guardo un grato recuerdo. 
Uno de los muchos coatíes que se ven por Iguazú

La ciudad tiene un agradable toque europeo con zonas encantadoras como el barrio de La Boca, San Telmo, Palermo, Tigre, de todos disfruto y ponen sin sospecharlo el broche final a mi viaje a lo largo de todo el mundo. Pero antes de irme, esperé en el aeropuerto a Pablo, el viajero argentino que conocí en Tailandia, con el que volví a encontrarme en Indonesia, y que ahora recibo con un cálido abrazo mientras le doy la enhorabuena por  completar su épico viaje, él al igual que yo cumplía el sueño forjado años atrás de dar la vuelta al mundo.

     Ahora toca  de nuevo partir pero esta vez para llegar a casa. Me quedan los últimos flecos de este largo viaje y las incógnitas propias de la llegada y toma de contacto con la vida cotidiana pero, eso sí, deseando verte…
Una de las casas en el barrio de La Boca


     No todos los día se cumplen sueños y las entradas de este blog son la historia de uno de ellos, dar la vuelta al mundo, y lo he logrado. He visitado más de 30 países pasando por 4 continentes, recorrido más de 50.000 klms. y vuelvo con los bolsillos vacíos pero con el alma repleta de buenas sensaciones, emociones y mucha alegría. Imagino que en estos momentos siento lo mismo que aquellas personas que ven cumplidos sus sueños deben de sentir, felicidad. Sólo me queda agradecer de todo corazón a todos aquellos que me han seguido y han conseguido viajar, evadirse o divertirse por unos momentos conmigo. Sin vosotros no hubiera sido posible. De verdad gracias… Y tú, ¿Tienes sueños? ¿Te atreves a cumplirlos?






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