Después de la experiencia de
Bruselas en la que la etapa en bici se me hizo muy dura, decidí que debería
dosificar mejor mis fuerzas, emprendería así mi viaje rumbo a las parte norte
de Holanda con algo más de precaución, ingenuo de mí, no tenía ni idea de lo
que me esperaba en esta jornada.
Salí bien temprano, en un tiempo razonable
crucé por el cartel que indicaba que ya me encontraba en territorio Holandés. Como me
encontraba entero decidí seguir avanzando y acercarme un poco más a Amsterdam.
Los paisajes del norte son
fantásticos. Era extraño cruzarse con algún coche y todo eran campos sembrados y
animales pastando.
Como el día anterior, en
Bruselas, había sobrepasado con creces el límite del presupuesto decidí que esa jornada no gastaría nada. Me quedaba algo de pan del día anterior un poco de jamón
cocido y del desayuno del albergue me llevé 2 huevos duros y 4 quesitos, luego
en el campo arranqué unas cebollas tiernas. Además compré algo de fruta lo que
hizo que mi propósito de no gastar nada ya no se cumpliera.
Llegué a un punto del recorrido
en el que tenía que cruzar un trecho de mar y había que hacerlo en ferry
embarcando a la “perlica”, por lo que tuve que comprar un billete 3,5 €.
Llegada la hora de la cena a eso
de las 20 h. atravesé un pueblecito muy pintoresco, estaban en fiestas y había
un ambiente muy agradable, terrazas llenas de gente una temperatura perfecta y un cantante bohemio que tocaba realmente
bien. Se veía en las mesas unos platos muy, pero que muy apetecibles. Estuve
dudando si alojarme allí y salir a comer algo, total el propósito de no gastar
nada ese día ya se había roto.
Al final decidí seguir camino. Me
encontré con una playa preciosa, salvaje y enorme. Aproveché para cenar lo que
me quedaba que fue suficiente. Después contemple una fascinante puesta de sol y
pensé en que hice bien en no quedarme en el pueblo encantado, si lo hubiera
hecho me hubiera perdido el espectáculo, cuando terminó emprendí camino.
Llegadas esas horas, no tenía
alojamiento y tampoco fuerzas para buscarlo, así que me dispuse a buscar un
sitio en la playa, apenas quedaba luz y yo seguía pedaleando, estaba realmente
agotado más de 12 horas encima de la bici se dejan notar.
Crucé un puente kilométrico que
unía una isla con otra. Ahora sólo hay molinos de viento y algo que parece una
fábrica a lo lejos. No dejo de ver gaviotas por todos sitios, son como puntitos
blancos en la oscuridad, creo que me estoy adentrando en gaviota-town y no me
hace mucha gracia. Ahora hay cientos de ellas, no paran de graznar, me veo
rodeado por todas partes, disimulo, sigo pedaleando.
Por fin saldo del atolladero,
encuentro un sitio entre las dunas para dormir y pienso que me tenía que haber
quedado en el pueblo encantado, pero sólo eran las dudas de la inseguridad.
Continuará…
Pd: Gastos del día: 1,5 € fruta + ferry 3,5 €, total = 5,00 €
Con Seur 24 unos choricicos de hilo rojo y una botella de Juan Gil....y si no cuando vuelvas queda pendiente.
ResponderEliminarCuidate y palante