Necesitaba un golpe de suerte,
llevaba unos días con el ánimo un poco bajo, acababa de dejar a unos amigos en
Berlín y de repente me encontraba de nuevo cabalgando en solitario. Llegué a
Eslovenia donde la temperatura era más propia de mes otoñal que del caluroso
agosto que tocaba, además no dejaba de llover. No era el mejor escenario
posible, aunque Liubliana su capital estaba especialmente bonita. Pasaron
algunos días cuando crucé a Zagreb (Croacia) y después a Belgrado (Serbia). El
cansancio comenzaba a acumularse y las energías recuperadas con los amigos
tocaban fondo. Era de noche y tenía que coger el único tren que conecta
Belgrado con Skopie (República de Macedonia). Eran las 21:30 horas y yo
conversaba con un empleado de la estación:
- ¿Entonces
no sabe si podré subir la bici al tren?
- No,
tendrás que hablarlo con el revisor del tren cuando llegue.
- ¿Saco
el ticket para la bici?
- No
es necesario, pague directamente dentro del tren.
- Si
no me dejara llevar la bici ¿Existe otro tren en el que pueda subirla?
- No,
sólo va este tren a Skopie.
Río en el centro de Luibliana (Eslovenia) |
Llegó el tren, hablé con el
revisor y me dejó embarcar la bici, a cambio me pidió 10 euros, negocié con él
y conseguí dejarlo en 5 euros, evidentemente no me extendió recibo de esta operación, fue algo que quedó entre él y yo.
Y fue así de esta simpática manera como llegó ese tímido golpe de suerte que necesitaba, y es que, en ocasiones pequeños detalles ayudan a seguir caminando.
Por cuestiones de espacio la bici
hubo que ponerla en el vagón donde iban las literas, yo tenía billete de
segunda clase en un asiento, pero mi amigo el revisor decidió, aún no sé bien
porque motivo, que aquella noche yo debía de dormir en una confortable litera.
Ahora me encontraba tranquilo
dentro de un viejo y cansado tren que se tambaleaba perezoso entre sus
maltrechas vías a una velocidad que le permitía avanzar sin peligro a
descarrilarse, mientras llovían sobre su techo las chispas incandescentes que
producían caprichosos cortocircuitos del vetusto cableado ferroviario.
En el calor de la noche salí al pasillo y abrí la ventana, el viento fresco entraba y me golpeaba en la cara, era una sensación agradable, en el cielo habían miles de estrellas, me quedé mirándolas un buen rato, todas estaban en su sitio, un cometa cruzó el firmamento y pensé que era un buen momento para ir a dormir, di gracias por ese fantástico día. Cuando me desperté estaba en la frontera de Macedonia y un policía me pedía el pasaporte.
En el calor de la noche salí al pasillo y abrí la ventana, el viento fresco entraba y me golpeaba en la cara, era una sensación agradable, en el cielo habían miles de estrellas, me quedé mirándolas un buen rato, todas estaban en su sitio, un cometa cruzó el firmamento y pensé que era un buen momento para ir a dormir, di gracias por ese fantástico día. Cuando me desperté estaba en la frontera de Macedonia y un policía me pedía el pasaporte.
Y fue así de esta simpática manera como llegó ese tímido golpe de suerte que necesitaba, y es que, en ocasiones pequeños detalles ayudan a seguir caminando.
Kaky,eres un fuera de serie,si no me pillara un poco lejos iría a sacar doradas a Grecia,jajaja...
ResponderEliminarGracias por el detalle hacia los que tenemos afición por la pesca.
Quiero disculparme,en lo que me toca,por no haberte
dado ANIMO más a menudo creyendo que estaba siendo un camino de rosas.Después de tu ultimo relato prometo no tenerte tan descuidado y darte ánimos con frecuencia empezando desde este mismo momento.
JUANITO "Paseando al aire libre"es una pasada,los "vídeos"una inspiración para los futuros directores,la "música" soberbia,y "tu"...TU realmente eres ÚNICO,GENIO Y FIGURA.
Un abrazo fortísimo.....(sin mariconadas)que con eso de que andas por tierras Griegas.